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Carrera

La carrera Madrid-Barcelona, o viceversa, es una competencia extrema e incesante, de carácter pluridimensional que se proyecta en muchos órdenes. En materia deportiva, especialmente en fútbol, desde hace bastantes años se impone con indiscutible claridad el color azulgrana. Pero en otros terrenos, singularmente en el económico, Madrid mostraba una superioridad más o menos manifiesta en lo relativo a crecimiento, empleo, inversiones y otros indicadores macroeconómicos. Se extendía la idea de que Madrid iba muy bien en tanto que Barcelona perdía fuelle.
Por eso ha sido recibido con satisfacción el hecho de que el aeropuerto barcelonés de El Prat haya superado al de Barajas en lo que respecta a millones de pasajeros. Madrid ha perdido viajeros, no sólo turistas, mientras Barcelona registraba un significativo aumento. El factor turístico parece explicar esta asimetría: Barcelona es un destino más internacional y Madrid sufre en mayor grado la caída del turismo interno, el más afectado por la crisis.

En cualquier caso el dato ha sido un “sorpasso”, algo imprevisto, un aldabonazo que está provocando un debate entre las autoridades madrileñas que piden un replanteamiento de la promoción turística y una mejora de la oferta, una autocrítica que cobró más sentido después del fiasco de la plataforma olímpica Madrid 2020, un sueño con amargo despertar, una oportunidad perdida. Ahora les queda lo de Eurovegas, otra apuesta fuerte de final incierto.
Con las cifras turísticas, propias de un año excelente, Barcelona ha recibido unas buenas dosis de autoestima en esa carrera de fondo que mantiene con Madrid. Allí no hay playa.

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