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Ecuador

La presente legislatura ya está, caso que agote su mandato, en su ecuador, período más que suficiente para valorar una trayectoria de luces y sombras. El Gobierno fue elegido para combatir y superar la crisis y al cumplir la primera mitad de su mandato tiene algunos motivos para expresar una moderada satisfacción. Se ha logrado embridar, dentro de lo que cabe, el déficit, se ha impedido que el desequilibrio de las cuentas públicas se desbordara y sobre todo se ha sorteado la amenaza de quiebra que hubiera terminado en un rescate.
Con mayor presión fiscal, duros recortes y una política de ajustes descargada sobre sus principales apoyos electorales, las clases medias, se ha evitado convivir con los temidos hombres de negro. Parece que la inversión extranjera retorna a España y es incontestable la mejora de la balanza por cuenta corriente, pero la tasa de paro apenas se mueve y el crecimiento es demasiado débil para que trascienda al común de las gentes. Hablar de éxito sería una exageración, porque se está muy lejos de darle la vuelta a la situación, de recuperar bienestar.

Dos años de gestión e incumplimiento de programa le han pasado factura a Rajoy, que acusa un zarpazo en sus adhesiones. Ha perdido más de un tercio de sus apoyos, pero tiene la fortuna de que su mayor antagonista electoral  todavía se dedica a pedir excusas por un pasado funesto. El desgarro fue demasiado grande para vender confianza en el futuro, olvidando el pasado.
Y por eso Rajoy, que tiene una concepción oriental del tiempo, puede pensar que el quietismo puede rendir buenos frutos. Se verá pronto, en el calendario electoral que se aproxima.

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