Opinió

Relevo

Zapatero camina por el borde del precipicio. Necesita de ayudas puntuales para no caer en el abismo y sobrellevar la cruz de la crisis que supone una carga brutal, una presión casi insufrible. Él, que ha sido un maestro en el tacticismo cortoplacista, ahora debe demostrar su habilidad ligero de equipaje, con pocas prebendas a repartir. Se mantiene a duras penas su sonrisa afable, pero ya no dispone de amplios recursos para alfombrar acuerdos.
La magia de los acuerdos a varias bandas para salvar situaciones comprometidas se está evaporando. El presidente creativo que era capaz de sacar conejos de la chistera se enfrenta a la necesidad de pedir duros sacrificios: reducir gastos y aumentar la recaudación fiscal, medicina ingrata de serios efectos secundarios. Pero eso es lo que hay: el deseo de aguantar cueste lo que cueste.

El Gobierno está con respiración asistida y el argumento de los más próximos consiste en proclamar que el presidente está más vivo que nunca, una afirmación cuando menos discutible a la luz de la realidad y los sondeos. El camino a recorrer es un calvario y esa senda produce escalofríos en muchos socialistas que temen que la crisis de liderazgo se lleve por delante una buena parte del poder autonómico y municipal socialista, muy explicable.
Vientos de mudanza se van generalizando y cobran tanta fuerza que no son pocos los que entienden que el cambio bien entendido debería empezar por el liderazgo del Psoe. ZP está amortizado y su eventual reemplazo renovaría la política española. El planteamiento es racional, pero probablemente haya que pasar por las urnas para que se abra una nueva etapa y se asista a un amplio relevo de los líderes políticos.

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