Opinió

Crédito

A instancias de Angela Merkel, el Eurogrupo se ha obligado a supervisar los planes de ajuste que ZP ha tenido que impulsar por exigencia de la mayoría de líderes europeos. De momento, la corrección política se impone y las declaraciones se limitan a señalar que los planes van en buena dirección y evitan tener que pronunciar el adjetivo suficiente para calificar las medidas proyectadas.
En cualquier caso, lo que está claro es que los mercados suspenden a varios países, y el nuestro está en el furgón de cola, junto a los patitos feos. En pocos años España ha pasado de ser la niña bonita de la UE a ser poco menos que un enfermo apestado que puede contaminar al resto de socios comunitarios. El desbocado precio de la financiación y refinanciación de la deuda es un indicador que revela la confianza que despierta la economía española entre los acreedores.

La demora en acometer las reformas –después de negar su necesidad- se está traduciendo en un fuerte castigo en el precio de la deuda. La rentabilidad del bono español está muy encima de la de otros países considerados solventes, lo que quiere decir que los inversores tienen una confianza manifiestamente descriptible en los gestores de nuestra política económica. El sobrecoste de la financiación de la deuda se va a llevar por delante los ahorros que piensa lograr el Gobierno con el plan de ajuste anunciado. La crisis devora a la crisis.
Obama, admirado por ZP, le explicó que el estímulo fiscal más barato y efectivo es la confianza. Justo lo que falta, lo que en buena parte explica el descalabro. Los inversores no se fían del papel España, y lo que es peor: empiezan a no fiarse los españoles. Falla el crédito.

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