Todavía estamos en ese largo período de precampaña electoral y ya aparecen entre los candidatos claros síntomas de desfondamiento, nervios, desvaríos, cefaleas y temores ante lo que está por llegar. La vida política y económica está aletargada, apenas se toman decisiones y casi todo se aplaza a después del 20-N, lo que quiere decir que antes de esa fecha las cosas seguirán más o menos igual. Ese panorama da la razón a los que opinaron que ZP se equivocaba gravemente al anunciar las elecciones con cuatro meses de antelación, un plazo basura que no habrá servido para nada, ni siquiera para los intereses del candidato socialista.
Posiblemente donde se advierte más inquietud es en las filas de CiU, en las que el prudente Duran, fino estilista dialéctico, ha tenido algún desliz que ha levantado ampollas en determinados medios. Ha primado granjearse el aplauso de unos a costa de que le tildaran de insolidario, sectario y otros calificativos similares. Peajes de una larga y agotadora campaña.
La coalición nacionalista está ante un reto: superar por primera vez en unas generales al Psc-Psoe. Y si algunas encuestas dan alas al “sorpasso”, otras apuntan que pueden quedar detrás de los socialistas y a escasa distancia de los populares. O sea, que están entre un gran éxito y un buen resultado, lo que no es poca diferencia cuando el listón está muy alto.
Polarizada la campaña entre populares y socialistas, posiblemente una parte de electorado optará por lo que se llama voto útil. Duran se desgañita insistiendo en que el voto útil para Catalunya es el de CiU, pero los nervios desbordan al entusiasmo.
