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Caixa Sabadell

Muy probablemente todavía no ha valorado en toda su dimensión lo que significa para la ciudad el canto del cisne de Caixa de Sabadell, entidad que ostentaba el honor de ser la segunda con más solera de España de su sector. Sabadell era sede de una caja y un banco, blasón del que pocas ciudades podían presumir. Ese explicable orgullo local se empieza a diluir con la puesta en marcha de la aventura de Unnim, una unión de pequeñas cajas salpicada de episodios diversos.
El entorno económico y el impacto de la crisis ha provocado un seísmo que ha borrado del mapa financiero a la mayoría de entidades. Unas han sido absorbidas, otras  sometidas a fusiones frías o templadas, pocas continúan en solitario y el rediseño final, con entidades mutadas en bancos, está por terminar un proceso dirigido con el mando a distancia del Banco de España. Quedan como notas negras una serie de escándalos de algunos dirigentes, los llamados salarios e indemnizaciones del fracaso.

Al menos inicialmente, el proyecto Unnim aseguraba una continuidad descafeinada de Caixa Sabadell, una forma distinta de mantener las raíces. Pero pronto se pudo ver que las exigencias del guión y del balance obligaban a renunciar a parte de la identidad ya difuminada. No se logró convencer a inversores que aportarsen recursos para capitalizar un banco de nuevo cuño y la vía de fusionarse con otra caja no tuvo un final feliz.
Lo que ahora viene es la subasta de Unnim y la entrega al mejor postor, la expresión de un fracaso colectivo, la pérdida del efecto sede. Sabadell perderá más de lo que algunos imaginan.

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