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Encuestas

Hasta el encuestazo del Centro de Investigaciones Sociológicas se ha apuntado a la ola de sondeos que vaticinan una barrida electoral de un Psoe. Casi todos los sondeos avanzan una sólida mayoría de los populares, lo que en país fuertemente bipolar significa que las expectativas socialistas están bajo mínimos. El cambio político, según la mayoría, no admite demasiadas dudas.
Los datos son tan demoledores que requieren una interpretación cautelosa, prudente. Los populares se ven forzados a no echar las campanas al vuelo y estiman que previsiones tan alentadoras pueden invitar a la desmovilización de los que piensen que están ante una victoria que no admite vuelta de hoja. Otros estiman que en esa amplia franja de votos declarados indecisos hay mucho voto oculto, el de gentes de tendencia socialista que por vergüenza prefiere decir que todavía no sabe qué lista va a votar.

El Psoe está encajando dramáticamente los cinco millones de parados con la retórica de los indignados, con propuestas de más inversión y gasto público. Esos son los últimos conejos de la chistera rubalcabiana, unas recetas que hoy tienen un  pobre eco en una sociedad que no puede olvidar quién les ha gobernado. En paralelo se ha ido extendiendo la idea de que el PP gestiona la economía mejor que el Psoe, algo que por cierto no va a ser muy difícil. Y eso es lo que se sustanciará el 20-N.
Y es que el balance negro de los últimos años de gobierno no se altera en demasía con una pelea icónica de quince días, ni con un debate televisivo. No puede decirse que la suerte está echada, aunque lo parece.

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