Las elecciones del 20-N han ofrecido varias lecturas y una de ellas se relaciona con los excelentes resultados alcanzados por CiU, a pesar de que el duro plan de recortes del gobierno catalán había poblado las calles de protestas y pancartas. Las políticas de ajuste, que han hecho mucho daño al Psoe, en cambio han potenciado el nacionalismo catalán. El realismo, la seriedad y la transparencia han recibido un claro aval en Catalunya y en otras comunidades con problemas similares. Y todo hace suponer que esa línea de acción servirá de referencia para otros planes de choque.
Al electorado no le gustan los recortes y discute la equidad de muchas de las medidas adoptadas, pero es mayor de edad y valora la coherencia de los que han puesto en marcha una política de austeridad para hacer frente a la crisis y defender el bienestar, o lo que queda de él. La demogogia y los gritos hacen ruido, pero la mayoría silenciosa ya se ha formado una idea sobre las causas que han dado lugar a esa larga serie de sacrificios.
Dos días después de las elecciones, respondiendo a una hoja de ruta muy calculada, el president Mas dio a conocer la ración de sacrificios para el nuevo curso económico: más tasas y cargas fiscales, recortes salariales en la función pública y copago de la sanidad. Un programa duro, pero los que han ofrecido alternativas, teóricamente más llevaderas, han sido castigados en las urnas.
Y ahora toca a Rajoy y a su equipño mover ficha. Y no hay duda de que ya habrá tomado buena nota de las recetas prescritas por Mas. Rajoy tiene mucho más tajo por delante y, a lo peor, en lugar de recortes, tiene que plantear hachazos.
