Ayer fue el Día Internacional de la Lucha contra la Violencia de Género. Hablamos en primera persona, pero éste no es sólo nuestro discurso, sino el de todas las mujeres que dedicamos nuestro esfuerzo diario a luchar contra esta lacra social.
Vemos que cada pocos días el machismo se cobra una nueva víctima. ¿Cuántas llevamos ya? Y nos preguntamos: ¿Cuántas mujeres se encuentran en peligro? ¿Cuántas mujeres sobreviven el día a día soportando el malvivir, viéndose privadas de identidad? ¿Cuántas vulneraciones de derechos de las mujeres se cometen en un día?
Como mujeres, nos sentimos impotentes al ver cómo cada día recibimos llamadas de mujeres angustiadas, ya no por ellas sino por sus hijos, que se sienten desamparadas por la justicia y por la falta de ayudas institucionales: mujeres que están saliendo adelante con trabajos precarios o bien que se han quedado sin trabajo y, por tanto, no saben cómo van a llegar a fin de mes, angustiadas por los repetidos impagos de pensiones y como, a pesar de haberse separado, sus exparejas aun siguen maltratándolas y lo hacen jugando con el bienestar de los menores.
Como mujeres, sufrimos por esos niños y niñas a los que les ha tocado un padre que no se los merece, y me inquieta pensar en su bienestar y en cómo van a desarrollarse después de todo. Son niños y niñas que merecen crecer en un mundo sin violencia.
Como mujeres, denunciados el desamparo que sentimos cuando las instituciones nos recortan el presupuesto; se utiliza la violencia de género como argumento partidista y luego se recorta la subvención a más del 50 por ciento. Y no es sólo el carecer de la financiación necesaria para nuestros proyectos sino también el desconcierto hacia la falta de reconocimiento de nuestro trabajo, pues parece ser que aun se sigue considerando un problema individual, y no social.
Como mujeres, nos sentimos comprometidas con la lucha que llevan a cabo muchas compañeras que piden apoyo para desmentir la falsa igualdad que conlleva el tema de la Custodia Compartida impuesta, a pesar de ver sus esfuerzos frustrados cuando se las tacha de “poco colaboradoras” y nuevamente se sienten victimizadas, esta vez por la justicia.
Como mujeres, nos sentimos orgullosas de las mujeres que acuden a nuestra Asociación y se enfrentan a la violencia, de cómo muchas de ellas se derrumban y se vuelven a levantar, una y otra vez, y orgullosas sobretodo de sus sonrisas, de su vitalidad y de su fortaleza.
A pesar de todo ello, nos maravillamos por cómo tiramos adelante con lo que tenemos, seguimos luchando por todas nosotras, aportando nuestro granito de arena para una sociedad más justa, sacando esa fortaleza feminista que nos lleva a ser solidarias las unas con las otras.
Y más que nunca gritamos: ¡No a la violencia de género!
