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Farmacias

Poseer una farmacia era antes poco menos que un seguro de vida, de buena vida, la que corresponde a un negocio con clientela segura y con unos beneficios respetables. Pero ahora, con las nuevas medidas gubernamentales para ahorrar una parte de la factura de los fármacos, las farmacias ya no son lo que fueron. La obligatoriedad de dispensar los medicamentos más baratos, los genéricos, algo así como las marcas blancas, está provocando una disminución de la facturación de entre el 15 y el 20 por ciento, con la correspondiente pérdida de margen comercial.
Las farmacias dependen de la Seguridad Social en porcentajes que pueden llegar a situarse en el 90 %. El cliente principal es tan poderoso que impone sus condiciones de venta, servicio y pago. En los últimos meses los pagos son mucho más lentos y tardíos, con lo que están asfixiando la tradicional resistencia financiera de estos establecimientos. Entre las parafarmacias, que se van abriendo paso, y las dificultades de cobro, las farmacias están dejando atrás sus mejores momentos.

Si la distribución farmacéutica sufre el impacto de la austeridad y las restricciones, la industria que suministra los fármacos vive un proceso de reordenación a consecuencia de sucesivos medicamentazos. Miles de empleos desaparecen debido a la puesta en marcha del nuevo marco regulatorio, miles de empleos que se evaporan para no volver.
La industria farmacéutica, uno de los sectores que dedica más recursos a la investigación, se replantea su futuro. Y si España fue tierra de promisión e inversión, ahora es tierra abonada para la desinversión y la deslocalización.

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