No es habitual que un Botín, hermano del presidente del Banco Santander, salga a la palestra con un artículo titulado “Por favor, señora Merkel”. Se trata de un alegato que cuestiona la racionalidad y la equidad de algunas medidas impulsadas por la canciller alemana. Como es lógico, a un banquero lo que más le preocupa es el cierre de las fuentes de financiación, una sequía que destruye mucha capacidad productiva, mucho empleo y mucha confianza.
Destaca el banquero que hay algo en Europa que no funciona y que será preciso arreglarlo antes de que sea tarde. No está de más recordar que en la UE la cifras de balanza comercial, el déficit público y la deuda pública en relación con el PIB son, en su conjunto, cada una de ellas más favorables que las de EE.UU. Algo falla, en efecto, y no sólo en Europa.
Y no menos llamativo resulta que los ajustes y sacrificios de los países periféricos supongan un brutal encarecimiento de sus costes financieros. A España las últimas emisiones de deuda le están costando el 7% de interés, mientras que a Alemania o Reino Unido, con más deuda que España, se financian por debajo del 2%. Un diferencial que constituye un penoso lastre para competir y que discrimina muy negativamente a las empresas españolas que deben sobrevivir con menos financiación y pagarla a precios mucho más elevados.
España paga casi 100 millones de euros diarios por los intereses de la deuda, partida que triplica la inversión en obra pública o en investigación, una cifra que iguala las cantidades destinadas a hacer frente al pago del desempleo. La prima de riesgo es una losa que hunde a los hundidos.
