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Nadie escapa a la acción podadora de los manotijeras de turno. Las televisiones autonómicas parecían un coto protegido, un territorio inmune a la sequía presupuestaria. El Govern, en su segundo ola de recortes, ha decidido aplicar algunas medidas racionalizadoras que ponen en peligro el futuro de dos de las seis cadenas de la CCMA y posiblemente algunos partidos de fútbol, pero que permiten mantener la actual plantilla. Una dieta de adelgazamiento que, comparada con la que se han visto obligados a practicar los medios de comunicación privados, es una nadería.
Todas las televisiones públicas, y son legión, viven de las subvenciones y son una máquina devoradora de presupuestos. Todas se justifican alegando que son un servicio público, pero a la postre, en mayor o menor grado, son un instrumento que la clase política dominante intenta utilizar a su favor. Los liberales hablan de privatizarlas, pero cuando tienen la oportunidad de hacerlo optan por la continuidad del modelo que han criticado estando en la oposición. Así que no es de extrañar que el sistema de medios de comunicación públicos siga estando bajo la amenaza de ruina.

Un medio de comunicación privado, que sufre la competencia de TV3, ha publicado que la cadena autonómica catalana dedica el 32% de su presupuesto a pagar la nómina de personal, en tanto que Telecinco le dedica el 10’5%, Antena3 el 15’4% y TVE, un mal ejemplo, el 24%. El coste medio de cada empleado de TV3 es de 62.000 euros anuales, una cifra con la que resulta imposible competir.
La andanada catalana ha sido un aviso para navegantes, es aquello de las barbas del vecino…

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