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Escuela y vida

Los que ya peinamos canas pensamos que en nuestros tiempos éramos capaces de tomar decisiones importantes con 14 ó 17 años. Por ejemplo, los que no estudiamos teníamos ya que decidir en qué íbamos a trabajar Esto se ha perdido desde que uno es aprendiz a partir de los 18 años. Una edad en que para ser aprendiz es tardía y para empezar a estudiar también, o sea, un lapso de tiempo perdido en unos años trascendentes en la vida de un joven. Lo saben los que mandan, no lo han aceptado y esta es la cosecha. Salvo pequeñas parcelas, la juventud está sin capacidad de reacción, ya no saben de qué van a vivir. Papá-Estado ya no tiene ideas para crear puestos de trabajo. Y era el Estado el que les decía a estos jóvenes que tendrían ocupación. ¿Qué hacer? ¿Cursos y más cursos? ¿Cómo empezamos ahora de cero?
Recuerdo los, vistos desde ahora, años felices en que al que quería trabajar no le faltaba trabajo, unos tiempos que no creo que vuelvan. Pero lo que me parece claro es que hay que recuperar la ilusión, hay que crear alternativas ya. La solución es enseñarles a los jóvenes a estudiar y a trabajar simultáneamente. Con ser muy importantes, no basta con que estén haciendo cursos y más cursos  hasta una edad relativamente avanzada y sin ningún contacto con el mundo del trabajo. Otros países optaron hace ya muchos años por la vía de compaginar estudios y trabajo con resultados muy satisfactorios. Pero aquí parece que rechazamos aquello que decían los clásicos: no aprendemos para la escuela, sino para la vida. Y así nos luce el pelo.

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