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Congreso

Cierto es que el XII Congreso del PSC ha tenido un aire lampedusiano, con algunos cambios cosméticos –como el ambicioso lema de un Nou PSC- para que todo siga más o menos igual. Más que renovación profunda parece asistirse a un reequilibrio de poderes para afrontar un período difícil, de transición, y que en buena parte tiene mucho que ver con lo que suceda en el congreso del PSOE el próximo febrero. Una de las grandes cuestiones que tiene planteadas el PSC es precisamente la relación con el PSOE, un capítulo que sigue abierto y con un fórmula en permanente discusión.
El nuevo líder, Pere Navarro, tiene mucho trabajo por delante para iniciar la remontada y todo hace suponer que la renovación desde la continuidad va a resultar un ejercicio difícil, una filigrana que requiere habilidad, cintura, suavidad de formas y firmeza de fondo. Esa va a ser la prueba del nueve de lo que se autodenomina Nuevo PSC.

Uno de los escollos que deberá superar el nuevo líder es la necesidad de hacerse visible, de potenciar su figura, de poder ejercer de cabeza de la oposición en el marco del Parlament. No poder enfrentarse dialécticamente a Artur Mas es un hándicap considerable. El viejo PSC tendrá que actuar por delegación, un papel que ratifica la transición y la provisionalidad de la solución adoptada.
La nueva ejecutiva refuerza el papel de los capitanes, el núcleo duro del poder socialista catalán, y busca consolidar la carta muncipalista, la cantera del PSC. Lo que se anuncia como nuevo todavía no se ha abierto paso, pero apoyarse en la base municipal es una buena decisión para salvar los restos y plantearse un nuevo impulso.

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