Una encuesta ha puesto de manifiesto algo que es sobradamente conocido pero que no está por de más recordar, y sobretodo en estas fechas en las que el calor de hogar cobra todo su significado: la familia ha recuperado con la crisis un papel muy relevante en nuestra sociedad. Gracias al colchón familiar, al apoyo mutuo, muchos pueden ir sobrellevando los malos momentos de una coyuntura inmisericorde que afecta, en mayor o menor medida, a todos.
Los detalles son múltiples y variados, pero se pueden resumir en el efecto benéfico de la caja común de la familia. Unos se apoyan en otros y así los malos momentos se pueden superar con menos dificultad. Cada día los medios de comunicación nos ofrecen estampas y noticias que permiten imaginar que sin la familia tradicional los efectos disolventes de la recersión, el paro y la ausencia de horizontes, serían todavía más demoledores de lo que padecemos. El trabajo de Cáritas, imapagable, todavía tendría que ser más intenso.
Estas vacaciones invernales, las de Navidad, que en los años de bonanza iban consolidando un modelo de turismo en estaciones de esquí o de unos días de playa en el Caribe, han sufrido un brusco parón y la mayoría ha redescubierto las ventajas de la familia, una alternativa a mano, el sostén de toda la vida. Para el frío, lo mejor es el calor de la familia.
Se quiera o no, la familia no es un invento de ahora mismo, y su solidez es una pieza clave en la arquitectura y la cohesión social. Reivindicar la familia es algo más que un mensaje moral, es un factor clave para la convivencia.
