Hace unos meses, las discusiones sobre la necesidad de acelerar el proyecto del corredor mediterráneo estaban en primer plano. En el amanecer del gobierno popular se ha intensificado la política de ajustes y recortes y la afloración de deudas y angustias financieras ha desplazado al baúl de los recuerdos buena parte de los planes inversores en infraestructuras y redes de comunicación. Lo que no podía esperar ya queda para mejor ocasión.
Del corredor mediterráneo se está pasando al desastre mediterráneo. Catalunya, Valencia, Baleares y Murcia están entre las autonomías con mayor asfixia financiera. Muchas autonomías han sido máquinas de derrochar. Y así la España mediterránea ha descubierto de forma abrupta su ruina y tardará en tener un tren rápido para exportar a Europa.
Pero lo más grave es el riesgo de quiebra que se extiende sobre algunas instituciones, especialmente sobre las valencianas. En menos de un año se han derrumbado su cajas de ahorros, Bancaja y Cam, y han visto caer a Banco Valencia, triste consecuencia de la burbuja inmobiliaria y del exceso. Lo superfluo y prescindible, capítulo en el que hay que incluir desde el Aeropuerto de Castellón a Terra Mítica, pasando por la Fórmula 1 y otras fiestas, son partidas de una factura de difícil digestión.
El gen mediterráneo de la deuda invita a pensar que esos problemas tienen mucho que ver con la financiación autonómica. La España que va mejor es Madrid, con los dividendos de la capitalidad inteligentemente administrados, y la España con fueros y fiscalidad propia. Eso es lo que hay.
