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Ciclos

Cada vez con más frecuencia se va comparando la actual situación económica con la Gran Depresión, una época dura y convulsa. La histórica crisis se inició en Estados Unidos en 1929 y se propagó por casi todo el mundo mediante la disminución del comercio y los flujos internacionales de capital y la inversión de las corrientes migratorias. La inestabilidad se extendió y desencadenó cambios políticos de gran calado que derivaron en guerras devastadoras.
Cayó en España la dictadura de Primo de Rivera, que arrastró consigo a la monarquía, y Europa fue incubando a fuego poco lento el advenimiento de los fascismos. La inestabilidad social fue creciendo y la recesión fue el envolvente de una década convulsa que tuvo su epílogo sangriento en la segunda Guerra Mundial. Los grandes desastres suelen ser preludio de grandes desgracias.

El mundo en 1930 era más sencillo, especialmente España, un país atrasado, cuya agricultura ocupaba más del 40% de la población activa. Una buena cosecha significaba un aumento del PIB y una mala tenía un impacto muy negativo sobre el bienestar colectivo. El sector bancario, poco conectado internacionalmente, pudo evitar el contagio de la crisis y limitó los efectos del colapso financiero de las economías más desarrolladas.
La pretensión de buscar paralelismos entre la actual crisis y la de los años treinta es un simple ejercicio intelectual, en el que aparecen similitudes y diferencias. El mundo es distinto y nuestra economía está hoy, con seguridad para bien, mucho más implicada con los problemas globales. Y ahora, con matices propios, se sigue el ciclo económico global.

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