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Adiós al pintor y al místico

Como buen catalán Antonio Tapies (1923-2012) dejó que su hacienda la administrara la persona en la que más confiaba, su inseparable Teresa, aquella cuya inicial aparecía machaconamente en sus cuadros, así a él le iba mejor para ejercer de místico. La obra del artista, hasta su muerte el pintor español -antifranquista y catalanista- más valorado paso por innumerables etapas, desde aquella iniciática del “Dau al set” junto al genial Joan Brossa, Cuixart y Ponç de los años cuarenta hasta su gran momento matérico e informal de los finales de los setenta, sin duda el más creativo. Etapa en la que su pintura encontró más acomodo como objeto que como lienzo. Sus obras se llenaron de objetos, y su acción matérica caminaba en pro de una abstracción de gran nivel.
Con el transcurrir de los años vida y obra se volvió mística, inspirándose en autores como San Juan de la Cruz y haciendo buenas migas con José Angel Valente. La grafía, la interpretación de los signos convirtieron su obra de los ochenta en una especie de lenguaje caligráfico repetitivo y sorprendente con tantos seguidores como detractores que calificaban su lenguaje de incomprensible por hermético. Los últimos años resultaron un infierno, prácticamente sordo, con problemas de visión, dicen que era habitual verlo pintar arrodillado, ya que de pie no podía.

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