Durante los años de euforia, las ampliaciones de capital de las entidades financieras alegraban el bolsillo de los accionistas. O se cobraba el importe de la venta de los derechos de suscripción o se adquirían más acciones con la seguridad de que iba a ganarse una buena suma. Pero eso son estampas de un pasado, algo así como la última fiebre del oro.
Ahora una ampliación de capital se recibe con desconfianza y se interpreta como la expresión de las necesidades de la entidad que plantea el recapitalizarse. Ese fondo ambiental, con todas las matizaciones que se quiera, rodea la ampliación de Banc Sabadell para hacer frente a la absorción de la CAM, una operación en la que riesgo y expectativas de rentabilidad alcanzan cotas más que respetables.
El BS ha puesto su maquinaria comercial en marcha para convencer a los descreídos, animar a los desmotivados y vender la buena nueva de un futuro esplendoroso en una recreación del corredor mediterráneo en versión financiera. Se trata de asegurar la suscripción de una ampliación ambiciosa en momentos de precariedad, y para ello ha puesto un precio muy atractivo, con un fuerte descuento, un reclamo que lleva a la conclusión de que se está ante una oportunidad quizás irrepetible.
Cierto que la máxima teresiana recomienda no hacer mudanzas en tiempos de turbación, pero el refranero repite que a río revuelto, ganancia de pescadores. Adivinen la apuesta de Josep Oliu, la CAM es una excusa y una oportunidad en tiempos de cólera, pero probablemente habrá alguna más en ese proceso de reordenación del sector. Y si se quiere jugar hay que tener músculo financiero.
