El ajuste presupuestario del gobierno Rajoy no parece generar confianza en los mercados. Al Gobierno le piden más decisión y el Ejecutivo se ve forzado a anunciar más reformas que afectan a la Sanidad y la Educación, pilares de la sociedad de bienestar, para algunos algo así como las últimas banderas. De hecho, el Psoe ya ha saltado al ruedo para dejar constancia que esas son líneas rojas que no se pueden sobrepasar.
Casi ningún político quiere hablar frontalmente de copago sanitario, aunque esa idea suele estar detrás del debate referido a la racionalización y sostenibilidad del sistema público de salud. Hasta ahora se ha tratado de globos sonda que derivan en propuestas destinadas a homogeneizar los servicios básicos, que es tanto como decir que se eliminarán del sistema gratuito y universal los que no merezcan esa consideración, y el crear centrales de compra para abaratar las adquisiciones. Son ensayos poco cruentos, pero si España cae en la intervención esa medida nos será aplicada sin sedación, ni anestesia.
Tiene el copago muy mala prensa y muchos se preguntan si es el único medio para garantizar la sanidad pública gratuita. Creen que antes tendría que atajarse el fraude fiscal y a la Seguridad Social, la economía sumergida, las subvenciones de todo tipo, las duplicidades de la Administración y tantas cosas que el común de las gentes entiende prescindibles.
Por otra parte, la palabra copago es engañosa, pues parece inducir que en esas ocasiones se copaga, que hay otro que se hace cargo de una parte del coste. La realidad es que somos los contribuyentes los que pagamos, los paganos.
