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Debate

Los efectos demoledores de la crisis y las políticas de ajuste alientan el debate sobre la línea a seguir: insistir en la estrategia de austeridad y el equilibrio presupuestario a toda costa, plan que abandera Merkel, o apostar por planes de estímulo para dinamizar la actividad y ayudar a la reactivación. Es una confrontación entre halcones, los ortodoxos, y palomas, fundamentalmente la izquierda de tintes keynesianos que se apunta a inyectar más recursos públicos al sistema y a no obsesionarse con el déficit público.
Algunos creen que las diferencias de orientación se basan en un error de diagnóstico y, en consecuencia, de terapia. Unos piensan que la economía europea tiene un tumor grave, el crecimiento y el empleo, y otros que la causa de ese cuadro clínico es el sobrepeso, el déficit y la deuda. La austeridad con recesión no hace más que agravar la situación y conduce la actividad al despeñadero de una especie de suicidio económico. Las posiciones ante el debate están claras.

No es de extrañar, pues, que la canciller germana vaya dando juego a una posible cumbre sobre el crecimiento. Sabe que, si aprieta demasiado, terminará por ahogar a los enfermos, que son muchos. Y es bien sabido que los primeros interesados en que los deudores sigan vivos son precisamente los acreedores.
Parece que el acuerdo estará en el punto medio. Lo que se va a debatir es moderar y suavizar la velocidad de ajuste del déficit para evitar que la consolidación a la carrera termine por penalizar en exceso el crecimiento. La ventaja de España es que es uno más en el pelotón de los torpes, y eso ayuda a encontrar aliados.

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