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Comunicar

Cuando las cosas no terminan de ir como sería lo deseable, los políticos en el poder suelen quejarse de que falla la comunicación, de que no aciertan a transmitir a la ciudadanía sus planes y los logros del Ejecutivo. Posiblemente el problema no consiste en que no se sepan explicar o que el común de las gentes no entiendan sus mensajes, aunque esa sea la excusa de manual. Seguramente lo que sucede es que el Gobierno no tiene buena noticias que divulgar, y así les va. En ese contexto, en el que hay poco de que presumir, es quiza mejor mantener un perfil bajo.
No se cuentan mal las buenas noticias, es que se dan malas noticias y no hay fabulador que logre vender el agua como vino. No fallan los mensajeros, fallan los mensajes. Con los datos de paro, prima de riesgo, déficit oculto y otras perlas, no hay forma de crear un ambiente propicio a los intereses de cualquier gobierno. La culpa es de la situación, no de la comunicación.

Los esfuerzos por transmitir una imagen de seriedad y de trabajo a conciencia para enderezar las cuentas, terminan por diluirse y volverse en contra de los gestores cuando esa desagradable terapia se prolonga y siguen sin verse los efectos benéficos de tantos sacrificios y recortes. No sale el sol y se encadenan los batacazos, razones suficientes para que la confianza de la sociedad no logre levantar vuelo y siga bajo mínimos.
El día que el temporal amaine, algo que sucederá en fecha indeterminada, entonces sí que será preciso contar con un mensajero capaz de multiplicar el impacto de los mensajes y llevar la buena nueva a todos los rincones. Hasta entonces, mejor esperar.

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