Son muchas las personas que hablan de la prima de riesgo y que siguen con interés la evolución de ese dato, como si se tratase de una previsión meteorológica o de una competición deportiva. Cuando un concepto económico un tanto obtuso se convierte en algo banal, es que algo falla. A fuerza de aparecer el dato en numerosas portadas, la sociedad ha cobrado conciencia de que el alza desaforada y casi incontrolable de ese índice nos sitúa al borde del abismo.
Y en ese contexto de angustias financieras crecientes, se sitúan los eurobonos y los hispabonos, la variante local. Algunos, cada vez más, demandan que Europa ponga en marcha la máquina y alivie la asfixia de muchas economías, inyectando recursos para cubrir los vencimientos de la deudas y animar el crecimiento. Los alemanes no están por la labor y piensan que la deuda no se resuelve con más deuda, que es peligroso entregar una tarjeta de crédito sin limite a gente incapaz de controlar sus gastos.
Aquí las comunidades autónomas ven cómo sus problemas financieros van en aumento y el coste de la financiación se dispara. Los bonos patrióticos, calificados como bonos basura, ya no dan más de sí y las comunidades demandan el aval del Estado para aliviar la asfixia financiera. Claro que el Gobierno, que sabe que el riesgo de las comunidades es también riesgo país, quiere que cada palo aguante su vela. Es la actitud de Alemania a otra escala.
Los préstamos hay que devolverlos, y las previsiones indican que el gasto en intereses de la deuda autonómica se va a duplicar en tres años. Ese es uno de los problemas a resolver.
