Desde hace bastantes días se hablaba largo y tendido sobre el posible rescate de España, un problema mayúsculo que los miembros del Gobierno negaban reiteradamente y que, incluso en su versión financiera, se seguía negando hasta horas antes de la rueda de prensa del ministro Luis de Guindos. El afán de secretismo de algo que se cocinaba a fuego lento ha provocado que algún ministro, de los que negaban lo cantado, haya asumido un papelón desairado.
Así que el sábado, cuando los mercados descansan pero no dormitan, se puso en marcha un operativo de salvamento al sector financiero, o a una parte de las entidades que, al decir de muchos, están con el agua al cuello. No es un rescate, dice el ministro, se trata de un amplio y generoso apoyo financiero de Europa a un precio muy conveniente. Todo ello a través del FROB y con una línea abierta que asciende a 100.000 millones de euros, cifra que se considera superior a la precisa. O sea, que por si las moscas.
Todavía están pendientes de determinar las necesidades de saneamiento de la banca, pero las cifras que han circulado se sitúan en un horquilla muy amplia, entre 40.000 y 200.000 millones. Es una locura, pero con ello se transmite la sensación de que nadie sabe muy bien de qué se está hablando y, por si acaso, se tira hacia arriba, para cubrirse.
Europa abre el grifo antes del 17 de junio para evitar males mayores para toda la UE y afianzar el euro. Los bancos, ese 30% enfermo según el FMI, quizás logren salvar el pellejo. Pero lo evidente es que no hay rescate dulce, y que existen contrapartidas que se irán dando a conocer.
