Los informes de organismos internacionales y la opinión de expertos foráneos marcan la hoja de ruta de la política económica española y a la vez ejerce una innegable labor pedagógica. Es obvio que la mayoría de ciudadanos, después de tantos recados, avisos y exigencias, ha llegado a la conclusión de que el aumento del IVA y de varios impuestos especiales es ya fruta madura. Los populares criticaron en su día a Zapatero por el aumento del IVA, argumentando que su incremento perjudicaba el consumo, pero ahora da la sensación de que tendrán que tragarse una buena ración de sapos y someterse a los designios emanados de Bruselas.
A medida que el horizonte se ennegrece, las recomendaciones pasan a ser exigencias. Los que tutelan la economía española y dicen lo que tenemos que hacer marcan el ritmo y ya no guardan ni las formas. Por mucho que se siga negando, la soberanía ha pasado a ser condicional y limitada.
Se desconfía de España y de su capacidad para cumplir con los objetivos presupuestarios. Por eso se exige un redoble fiscal para aumentar los ingresos y un recorte, dicen que para ya, de los sueldos dde los funcionarios. Son medidas con claro potencial de contestación social, pero con la gran ventaja de su impacto automático. Son medidas exprés; a grandes males, grandes remedios.
Y así que todo hace suponer que ya está en marcha una nueva vuelta de tuerca en ese inacabable proceso de consolidación fiscal que se va implementando a marchas forzadas. Y todavia quedará la asignatura pendiente de la revisión de la Administración, plagada de duplicidades e ineficacias.
