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Subvenciones

Guerra del carbón en las cuencas mineras: se queman neumáticos, se levantan barricadas y se intenta colapsar los puntos vitales de las comunicaciones. La atmósfera es explosiva y no va a ser fácil encontrar una salida a una actividad declinante. Las minas españolas de carbón tienen un futuro negro y se van apagando. Si las guerras de los mineros de décadas atrás eran para mejorar sus condiciones de trabajo, ahora se orientan a evitar la desaparición del sector.
Y en verdad los mineros del carbón tienen un futuro muy problemático. Probablemente se está escribiendo la crónica de una muerte largamente anunciada. La empresa estatal Hunosa llegó a emplear en Asturias a 26.000 trabajadores y hoy apenas cuenta con 1.800 empleados. Nunca obtuvo beneficios y sus pérdidas fueron perpetuas. El carbón español, que siempre recibió ayudas públicas, fue uno de los ejemplos de irracionalidad económica.

La caída de la producción nacional de carbón radica en que es mucho más barato importarlo que extraerlo aquí. El ultraproteccionismo del mineral español entona su canto de cisne apoyado en que la UE ha prohibido a partir de 2.018 las ayudas a las minas no competitivas. Una coartada para un ajuste abrupto que acelerará la muerte súbita del sector.
Sin el oxígeno de unas fuertes subvenciones, no hay futuro para el carbón español. Eso es así, pero los mineros contraatacan con las ayudas del PER, las primas de las energías renovables y las de otros sectores, como las que percibe el plátano canario. Un brindis al ministro del ramo, el canario Soria. La España subvencionada haría bien en poner las barbas a remojar.

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