Visto lo que ha sido la Eurocopa-2012, en la que las apuestas favorecían a Alemania, habrá que convenir que no les faltan razones a los defienden que el pan y la mantequilla quizá lo pongan los teutones, pero el circo es de los países del sur. A las semifinales, además de Alemania, llegaron Portugal, Italia y España, toda una alegoría digna de reflexión. Los grandes protagonistas de la fiesta futbolística han sido los latinos, carne de intervención .
Y al final España dio un gran golpe de autoridad al jugar a un nivel muy superior al de los del país de la bota. La fiesta fue suya y nadie discute sus méritos, antes al contrario lo que se estila es destacar los logros de una selección de leyenda, un equipo al que desde hace unos años no se le pone el sol. Se ha completado un ciclo difícilmente repetible, un ciclo victorioso protagonizado por un país poco acostumbrado a ver ganar a su selección de fútbol. Al menos hasta que llegó esta generación de oro.
Sólo es fútbol, pero es evidente que la roja asumió un papel importante en el camino de intentar recuperar la marca España. Gracias al fútbol, España ha sido titular en los medios por algo distinto al paro, a la prima de riesgo y a un rescate que sigue estando en lista de espera. La fiesta terminó, pero la futbolística sigue más viva que nunca.
El estallido de alegría popular se debe a la burbuja futbolística, un alivio pasajero, pero que ha funcionado a toda máquina durante unas semanas. España necesitaba una alegría, pero los graves problemas siguen abiertos y los del norte volverán a recordarnos que no quieren pagar la fiesta.
