En estos días de continua zozobra económica, sale barato atizarle a la piñata Merkel e incluso al conjunto de Alemania, ese ‘monstruo’ a quien hemos decidido culpar de nuestra ruina. Y a mí me da envidia, sinceramente, más cuando leo que muchos de esos jóvenes teutones que pasean hoy por playas y ciudades de España aprenden español para entender a los latinos, para viajar o para entender mejor nuestra literatura, mientras los nuestros, tan preparados como ellos, estudian alemán para poder encontrar un puesto de trabajo. En el pueblo originario de mis padres, la mitad de los mayores hablan más o menos alemán tras haber retornado, hace 30 años, de la emigración y ahora ven cómo alguno de sus nietos está abocados al mismo proceso. Situar a Alemania como chivo expiatorio sirve para lo que sirve, para nada. A mí me da envidia.
