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Rescate

La puesta en escena de la operación rescate, eso que antes se conocía como intervención, ya está en marcha. El primer acto ya es historia e incluye varios cuadros. Primero fue la insistente repetición de que España no es Grecia, ni Portugal, ni Irlanda, economías que, juntas, no llegan a ser la mitad de la española. Luego se añadió que la caída de la economía española arrastraría a Italia y, con ello, podría llevarse por delante al euro. Así que la conclusión parecía elemental: la Europa del euro tenía que salvar a España sin pasar por el mal trago de la fiscalización de los hombres de negro.
En paralelo, Rajoy y su gobierno se multiplicaron para reiterar que España no precisaba ser rescatada. El primer ejercicio de resignación o pragmatismo fue el del rescate bancario, una ayuda con contrapartidas, una especie de ensayo para lo que está por venir, que es la dieta BCE en versión alemana.

Después de las declaraciones de Mario Draghi, un jarro de agua fría para España e Italia, Rajoy no ha dudado en pasar al segundo acto: el rescate, versión suave, es posible si las medidas que nos imponen, lo que se conoce como condicionalidad, conviene al interés general de los españoles  La herencia recibida obliga a una tortura sin fin, una dieta que puede terminar mal.
Y el desenlace ya está pintado y es la petición de rescate por tierra, mar y aire. Y la duda es la reacción de Italia, que puede seguir a España o pensar que la petición española puede ser un cortafuego para Monti. Y queda una imagen poco grata para Rajoy, Draghi y Monti, aquella que dice que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer: Ángela Merkel.

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