Este agosto está siendo más caluroso de lo habitual y las vacaciones de los políticos se disfrutan con sordina, a media voz, sin alharacas ni exhibicionismo fuera de lugar. Los líderes sociales no se prodigan y prefieren no llamar la atención. En Francia, y el ejemplo es en sí mismo revelador, Hollande ha aconsejado a sus ministros que no se desplacen fuera del país. Es una consigna casi general que se va cumpliendo si se atiende a los escasos testimonios gráficos de políticos en actitud de holganza.
A falta de noticias, la izquierda irredenta que lidera el alcalde de Marinaleda, Sánchez Gordillo, quiso aprovechar la sequía informativa estival con una expropiación de marcas blancas, de habichuelas, arroz, lentejas y otros productos básicos, para ser repartidas en barriadas deprimidas y ganar presencia en los medios, como adalid de los menesterosos, como Robin Hood o bandolero de Sierra Morena del siglo XXI. Un ejemplo de delito instrumental, al servicio de la publicidad.
Más que un exponente de la calma chicha, el agosto 2012 es el retrato de una sociedad en nerviosa espera ante un septiembre que se anuncia tremendamente duro, de perfiles casi dramáticos. Volverá a ganar presencia pública el debate sobre el rescate, suave o menos suave, y está programado un denso calendario de manifestaciones y huelgas, amén de la consabida hemorragia de puestos de trabajo como consecuencia de cierres y regulaciones de empleo.
Y es que el panorama es tan catastrófico que muchos creen que no se sufrirá el síndrome postvacacional, simplemente se continuará con la depresión que azota a buena parte de la sociedad.
