Aglomeraciones playeras, zonas de paseo y eventos festivos son el campo abonado para manteros, lateros, bocadilleros, masajistas y vendedores ilegales de toda clase de objetos. El fenómeno, a fuerza de repetirse, forma parte de un paisaje que se degrada con un comercio sin regulación que se nutre de falsificaciones de marcas y reproducciones pirateadas. El “top manta” sigue funcionando a tope y los grandes beneficiados de ese negocio siguen haciendo su agosto.
Han aumentado las denuncias y se decomisan cantidades crecientes de mercancías de ese comercio ambulante, pero no parece fácil actuar contra las piezas maestras de un engranaje que mueve grandes cantidades de dinero, de dinero negro. Esas redes clandestinas controlan un negocio que, al parecer, tan solo en Catalunya, mueve unos cien millones de euros anuales.
Y los comerciantes reclaman una acción decidida contra una actividad que lesiona seriamente sus intereses. La presión policial es mayor y los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los manteros se han repetido en diversos escenarios con reacciones sociales sorprendentes: muchos ciudadanos se han puesto al lado de los vendedores ambulantes y han criticado la acción policial.
El buenismo y los sentimientos de comprensión ante la precariedad de esa legión de vendedores ambulantes que desafían todo con tal de ganar algún dinero, alimenta un sustrato que dificulta luchar contra el comercio irregular. Eso y la falta de conciencia de muchos compradores que no pueden ignorar que compran mercancía de origen dudoso, ilícito, que daña a los comerciantes que pagan sus impuestos.
