Sin quererlo andamos ya de nuevo metidos en faena, en medio de la nada y dispuestos a pillar, aunque no sea otra cosa que el paraguas y no llueva, un instrumento apropiado -por polivalente-para cuando el destino se presenta incómodo. Entramos en septiembre a bocajarro, en silencio y a bordo de una embarcación frágil, sentados en la popa,sí, pero temerosos de tanto sinsentido y flagelo injusto. Nadie habló ni habla ya de justicia, porque la realidad se presupone más que maqueada, a semejanza de un ejercicio de trileros en constante desafío. Es probable que siempre lo haya estado, pero antes, o se notaba menos o se disimulaba más. Un mes extraño al que cuesta sobreponerse después de controlada desmesura y escenarios pretendidamente ociosos, de festejos grotescos y voluntariosos extras, cerveza en mano.
La tropa llega con lo justo, con poca fe a la que aferrarse, de hecho ni se les oye. Ay, qué vuelta al cole, Dios mío, con los libros de texto a precio de lujuria. El curso político también arranca de nuevo. Lo del IVA va a traer cola, seguro. Hay medidas que se entienden mal o simplemente no se entienden. Aunque Rajoy apunte que será lo que nos salve la educación y la sanidad. Ya veremos si no es otra afirmación más para arrojarla al saco del debe, que éste sí que va maltrecho. Uno que se apunta al clásico del ‘sólo sé que no sé nada’ le diría al presi que la economía es materia seria pero la psicología también y el ser humano se rige por instinto y sensaciones, y si te matan la alegría ya puede haber mil fiestas. Con replegar velas no se navega.
