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Diada

La Diada siempre tiene alto voltaje político y es especialmente intensa cuando la tensión con el Estado es muy elevada. La crisis económica y la penuria financiera de la Generalitat, convertida en espectáculo público, junto a la demanda cada vez más insistente y angustiosa de un distinto pacto fiscal, conforman un escenario muy caldeado en el que se ha perdido el carácter unitario, un ideal metafísicamente imposible. Un lema de tintes soberanistas cuenta con el apoyo de muchos ciudadanos y el rechazo de muchos otros.
Se están quemando etapas a gran velocidad y se pretende escalar a la cumbre cuando el grueso todavía tiene dudas para subir los primeros escalones. La demanda de pacto fiscal ha ganado terreno en la sociedad catalana  y tiene hoy un carácter transversal y pluripartidista, mientras el independentismo, aunque va en aumento, es un punto y aparte, una línea roja que buena parte de la ciudadanía no quiere traspasar.
Mezclar pacto fiscal e independentismo es introducir un elemento de división y alimentar la contradicción. No tiene demasiada lógica, como Duran i Lleida ha señalado, demandar al mismo tiempo un pacto fiscal nuevo y la independencia, y decir que o pacto o independencia es una escalada rupturista que alejaría muchas adhesiones a los planteamientos nacionalistas de corte no radical.
Los actos institucionales del Onze de Setembre  van a mantener la liturgia tradicional, pero la manifestación va a ser una muestra de pronunciamientos personales y una competición para exhibir el grado de catalanismo. Se va a pasar lista para que quede constancia de los que están y los que no están.

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