Desde hace algún tiempo el PSC parece caminar con el pie cambiado. La caída del tripartito y el obligado adiós de Montilla fue sustituido por un perezoso proceso de reflexión, quizá con la intención de encauzar una sucesión ordenada y controlada por el aparato. De aquel pecado viene una travesía salpicada de sobresaltos que está provocando seísmos de diversa intensidad.
En plena modorra estival algunos conjurados del PSC elevaron la presión interna al demandar la inminente celebración de un proceso de primarias abiertas al estilo francés, posiblemente con la esperanza de encontrar su particular Hollande, un nuevo modelo de liderazgo que genere entusiasmo, esperanza y que sirva para movilizar a propios y próximos. Era una crítica nada subliminal a Pere Navarro, un líder que no lograba consolidarse entre grupos y corrientes, una figura discutida y con poco carisma.
Tras esa movida, Pere Navarro dio un golpe de fuerza y sustituyó sin miramientos a figuras históricas del partido. Quería demostrar que mandaba y que la iniciativa era suya. Pero el Nou PSC no termina de despegar y ahora se encuentra a remolque de la situación política, obligado a marcar el terreno y definir su posición respecto a CiU y lo que simboliza y plantea el nacionalismo en sus diferentes variantes.
El problema es que el tiempo vuelve a arrinconar la estrategia socialista. Es probable que las elecciones autonómicas se anticipen y el PSC debe recuperar el impulso y plantear una propuesta clara, algo difícil dada la dispersión y contradicciones que marcan su trayectoria más reciente.
