Los Presupuestos del Estado para 2013, que van a ser objeto de discusión parlamentaria, serán poco menos que la cuadratura del círculo. Se trata de aumentar los ingresos en tiempos de crisis y de reducir los gastos corrientes en un momento en que la serie de recortes ha hecho mella sobre los bolsillos y tiran abajo los esfuerzos para reducir los desequilibrios presupuestarios. Hay que rebajar el déficit y presentar unas cuentas creíbles, tanto para la ciudadanía como para las autoridades europeas que nos vigilan de cerca.
Probablemente la nota más llamativa e inquietante es el peso asfixiante de los intereses de la deuda, que en el próximo ejercicio serán la mayor partida del gasto corriente, por encima de los gastos de personal. Los 38.000 millones de euros de carga financiera son un lastre que reduce la política económica a encontrar partidas a las que aplicar las tijeras, lo que dificulta la necesaria recuperación de la demanda interna.
Ese es el peligro de endeudarse, que deben devolverse los préstamos y pagar unos intereses crecientes por el aumento de la prima de riesgo. España paga hoy muy cara su deuda, mientras Alemania disfruta de unos intereses prácticamente negativos. A los que pasan por dificultades todavía los hunden un poco más.
Crece de forma explosiva el servicio de la deuda y devora los ahorros que con mucho sacrificio se obtienen de otras partidas. La cosa ya no da mucho de sí y parece que deberá insistirse en reducir bonificaciones, exenciones y eliminar parte del empleo público como consecuencia de una reforma de la Administración que limite duplicidades y triplicidades. Eso es lo que viene.
