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Cáritas

La acción social y asistencial de Cáritas sigue manteniendo unas tasas de crecimiento que sitúan a la entidad cristiana poco menos que al límite. Los servicios sociales públicos se van replegando como consecuencia de los recortes dedicados a estos fines y la situación económica golpea de forma especial a las familias con menor renta, lo que produce efectos devastadores sobre buena parte de la ciudadanía. No es, pues, extraño que en el pasado año el número de personas atendidas por Cáritas superara el millón, una cifra que multiplica por casi tres la de 2007, el año en el que empezó a picharse la burbuja.
Se han extendido de forma inquietante los problemas, ha subido el paro y el número de hogares con todos sus miembros desempleados. La pobreza no sólo ha aumentado, sino que además se ha intensificado. No sólo hay más pobres, es que además los pobres tienen menos que antes  y engrosan la estadística de pobreza severa.

Por otra parte, la pobreza tiende a tornarse en crónica. Casi la mitad de los actuales desempleados lo son de larga duración y todo parece indicar que les va a resultar difícil salir del pozo de la marginación y la negrura de la falta de horizontes. Las cifras desbordan a Cáritas y, a pesar del aumento en ayudas, un salto prodigioso, empiezan a tener conciencia de que algunas necesidades no pueden ser atendidas, como las ayudas para pagar las hipotecas. No alcanza para todos, ni para todo.
Cáritas es una red complementaria a la asistencia pública y ahora sufre como nunca las consecuencias de la caída de recursos para atenciones sociales. Menos mal que la familia, primera red de apoyo, sigue funcionando.

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