Los motivos de la ruptura entre Mireia Belmonte y el Club Natació Sabadell no están claros y seguramente seguirán en la penumbra. Terminó el contrato y no se logró alcanzar un acuerdo satisfactorio para que ambas partes continuaran unidas. Es un divorcio en el que se entrecruzan razones muy diversas y que probablemente va a tener efectos negativos para ambas partes. El Club pierde a su valor deportivo más destacado y a Belmonte no le va a resultar nada fácil encontrar una factoría-hogar con el ambiente, instalaciones y preparadores que le ha proporcionado el CNS.
Dicen que el dinero ha tenido poco que ver con la ruptura, pero alguna influencia ha tenido. No se han manejado cifras mareantes, pero esa negociación se produce en un momento de crisis y hay pocos deportes que proporcionen réditos elevados a sus figuras. Las exigencias que comporta la natación de élite, con una dedicación y unos sacrificios descomunales, no están suficientemente recompensadas.
Y es frecuente que los padres de los jóvenes deportistas caigan en el error de creer que su niño, o niña, va a ser su seguro de vejez, su maná redentor. Eso funciona en muy pocas especialidades, precisamente en aquellas en la que la figura de los padres está delegada en lo que respecta a negociaciones contractuales a especialistas legales y deportivos que dirigen la carrera de las figuras.
Los divorcios siempre dejan mal sabor de boca y parece que no hay demasiado interés en convertir la ruptura en carnaza para los programas de vísceras. Cada una de las partes debe seguir su vida y es de ley desear lo mejor para Mireia y para el Club.
