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Estupidez

La estupidez no tiene límites y el ejercicio de la bobería tampoco. Viene ello a cuenta del vídeo de dos urbanos de Cerdanyola que tuvieron la brillante ocurrencia de grabarse con el móvil haciendo piruetas y tonterías a lomos del coche oficial, estando de servicio y de uniforme. Unos representantes del orden público conduciendo sin manos, tapándose los ojos o sacando la cabeza por la ventanilla, la expresión viva y en directo de la burla de la ley por parte los encargados de hacerla respetar.
Hace unos meses ganó rápida notoriedad el vídeo calificado de erótico de una concejal de Yébenes que, gracias a ese episodio, tuvo sus días de gloria en los medios y que se defendió acusando a diestro y siniestro de que le habían robado su intimidad, cuando la chufla virtual ya estaba fuera de control en la redes. Ni  en el caso de los policías, ni en el de la concejal, se trata de vídeos robados; se trata de obra de autor que termina por perder el control de su iniciativa.

Está claro que en el momento en que una imagen se digitaliza se pierde el control sobre ella y aumenta el peligro de que el secreto, la broma o una cuestión íntima se convierta en carne de la red.  Grabar con el móvil o tener la peregrina idea de colgar imágenes de YouTube es hacer oposiciones a convertirse en carnaza pública en ese patio de vecindario virtual que atiende por internet y que no conoce fronteras.
Todo lo que está conectado es susceptible de ser reproducido y de circular por todo el mundo. Todo se piratea y el ojo de ese gran hermano llega a todos los rincones. La información circula a gran velocidad, pero nos hace a todos más vulnerables.

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