Futboleros y seguidores de la Selección española se quedaron sin poder ver en la pantalla el encuentro internacional que enfrentaba a la roja con Bielorrusia, un partido oficial que no encontró ninguna cadena dispuesta a pagar una cifra más que respetable por un partido de mediano interés. A pesar de que la negociación se orientaba a la baja, no se llegó a ningún acuedo ante la convicción de que las cifras que que estaban en juego impedían recuperar la inversión.
La televisión es la principal fuente de ingresos del planeta fútbol y la fallida retransmisión de Bielorrusia por falta de acuerdo económico es un mal presagio, un aviso para navegantes. Los ingresos publicitarios de las cadenas de televisión han caído en picado y se concentran en los grandes eventos, categoría en la que obviamente no podía incluirse el partido de la Selección, aunque algunos consideraban que era de interés general.
Además del innegable impacto de la crisis, es evidente que los compromisos firmados por las cadenas las inclinan a exprimir un negocio que amenaza ruina, un montaje incapaz de sostener presupuestos inasumbiles. Se programan muchísimos encuentros por televisión, incluso en horarios que están fuera de toda lógica. Esos abusos causan saturación y la imagen de estadios vacíos o semivacíos es demasiado frecuente e invita a pensar que la burbuja puede estallar. De momento está perdiendo gas.
Solo los grandes parecen capaces de ir capeando el temporal y de mantener ingresos multimillonarios. El resto debe ajustar sus presupuestos a una realidad que tiene muy mala pinta y que reclama drásticos recortes para sostener el invento.
