Resulta evidente que la crisis nos ha hecho más pobres y más temerosos de un futuro que no parece pluscuamperfecto. Se está desandando el camino ascendente de los años burbujeantes. Los titulares de viviendas, millones de españoles, veían cómo el valor de sus casas y apartamentos crecían al ritmo del 20% anual. Y a los poseedores de títulos bursátiles les sucedía lo mismo, que su patrimonio financiero tiraba hacia arriba.
Los españoles eran cada vez más ricos y ahora sucede justo lo contrario. Según el Banco de España, la riqueza financiera de las familias españolas ha caído en picado. El valor de las participaciones en bolsa arrastra un descenso superior al 40% io y los precios inmobiliarios han disminuido en un porcentaje muy similar. El llamado efecto riqueza, hoy sería efecto pobreza, y hace que nos sintamos más pobres.
El buen comportamiento inmobiliario y bursátil anima la economía, hace que aumente la confianza y se consuma más, de forma que la actividad va a más. En el actual escenario el efecto pobreza deprime la actividad. Las gentes ahorran más, consumen menos, para afrontar gastos futuros. En España la tasa de ahorro ha repuntado hasta el 10,8% de la renta en el segundo trimestre, mientras que el consumo cae el 1,3% anual y el PIB un 1%.
Desde hace unos años hemos pasado de un círculo virtuoso, en un ambiente de “subidón” permanente que dinamizaba la economía, a un círculo vicioso que acelera la recesión. Salir de ese círculo infernal va a resultar problemático, y más con el actual ambiente de inestabilidad general.
