El último informe de Eurostat confirma que las diferencias sociales están aumentando en España desde hace cinco años y que la brecha entre los que más ingresan y los que menos cobran está afectando gravemente la cohesión social. España tiene el triste honor de ocupar el primer lugar entre 27 países de la UE con mayor desigualdad social. El paro desbocado y los recortes en servicios sociales están cebando ese proceso tan dañino para la convivencia.
Antes de la crisis, los más ricos ingresaban en España 5,3 veces más que los más pobres, proporción que en 2011 había ya crecido hasta 7,5 veces, cuando la media de la Unión Europea es de 5,7. El diferencial va en aumento y los ricos son pocos y cada vez más ricos, y los que menos tienen son cada vez más y sus ganancias disminuyen. En Estados Unidos, paradigma del capitalismo y de la mala distribución de la riqueza, el 1% de la población con más ingresos ha pasado de detentar el 10% de la riqueza al 20%, una brutal concentración acaecida en treinta años.
Mientras la riqueza se concentra y crece, las clases medias y los menos favorecidos se empobrecen. La deriva económica, y las políticas imperantes, están contribuyendo a que España pierda puestos en los escalafones de desarrollo humano, un índice que tiene en cuenta el acceso general de la población al disfrute de la riqueza, la educación y la sanidad. Vamos a la baja.
La pobreza genera malestar social, especialmente cuando se viene de una situación mejor, pero los conflictos y las tensiones se desatan cuando el empobrecimiento va acompañado de desigualdad y de injusticias. Ese es el detonante de situaciones explosivas.
