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Lentitud

Si es verdad que las cosas de palacio van despacio, Europa debe de ser un palacio inmenso ya que avanza a un paso tan lento que los problemas, a fuerza de madurar, terminan por pudrirse. Los líderes europeos vuelven una y otra vez sobre decisiones ya adoptadas y se dedican a matizarlas, corregirlas y aplazarlas. Lo que parecía seguro se reescribe y pasa a ser algo posible, sometido a la duda y discusión permanente.
Mover la maquinaria burocrática de 27 países en los que los intereses nacionales priman sobre los del conjunto es una tarea muy difícil. Los retrasos en la puesta en marcha de un supervisor bancario único, que implicaba el disponer de fondos para recapitalizar a las entidades con problemas, van a sufrir un nuevo aplazamiento. Se trata de tensar un poco más la cuerda y esperar unos meses más.

El problema estriba en que Angela Merkel  tiene unas elecciones a la vuelta de la esquina y no quiere que sus ciudadanos piensen que con sus impuestos están pagando la fiesta de los bancos españoles. Alemania y sus satélites pueden esperar ya que se financian casi gratis en los mercados, y el retraso  en poner en marcha el programa de la supervisión bancaria única evita que sus bancos tengan que enseñar sus vergüenzas. Los test aplicados a la banca española, si se generalizasen, aparte de enriquecer a los auditores, serían una buena piedra de toque.
A España, que pidió el rescate de la banca y aprobó un plan de ajustes, todavía no ha llegado la ayuda prometida. Tenemos una hipoteca concedida, estamos pagando los costes de la solicitud, y seguimos sin ver un euro. Y continuamos al borde del abismo.

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