Un buen día ves en una tienda los pantalones que te han costado 50 euros al precio de 9 euros. Y vas y los compras. Hay quien te criminalizará a ti, pero el principal culpable es quien los puso a tu alcance a ese precio, porque poniéndolos hacía posible que ese género saliera de la fábrica donde se explotaba a niños de 10 años, facilitaba la ruina de la industria local, y te hacía cómplice de este embrollo… y todo para que se enriquecieran unos pocos.
Normalmente delegamos el funcionamiento del país en políticos y se me hace extraño que tenga que convertirme en policía moral de cada uno de los artículos que compro. ¿Qué ocurre? ¿Es que nuestros políticos no saben lo que está bien y lo que está mal? ¿No saben cuáles son los intereses generales del país? Pues no. Y no sólo eso. Pretenden convencernos de que la política consiste exclusivamente en la supeditación al logro económico inmediato sin importar las consecuencias a medio plazo ni en otros ámbitos como el cultural, el moral, el medioambiental. Quieren que te sientas cómplice comprando unos pantalones más baratos, y así, convertir en inexorable el avance del neoliberalismo que permite el enriquecimiento de las élites a las cuales se ha vinculado, como si estuviera escrito que el futuro de la humanidad es ése e idefectiblemente todos debemos participar en uno u otro modo de su canibalismo.
¿Nuestros biznietos tendrán que acudir con 12 años a la fábrica, como hicieron nuestros abuelos, porque no fuimos capaces de poner al frente del país a políticos de verdad? Habiendo recibido en legado de las generaciones que nos precedieron un considerable estado de bienestar, ¿tendremos la cara de legar a los que nos sucedan una sociedad semimedieval porque no supimos trazar la divisoria entre lo que está bien y lo que está mal?
