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Narcótico

Dos almas en una, el Psc-Psoe no ha sufrido el dramático batacazo que se anunciaba, aunque el 25-N ha vuelto a perder fuelle. Ha obtenido los peores resultados de la historia del socialismo en Catalunya, con una pérdida de ocho escaños. Como el descalabro ha sido algo menor del esperado, salen medio satisfechos del resultado. Les alivia que a CiU no les ha ido bien, así que tienen un  compañero con  el que compartir las penas en ese territorio de la sociovergencia.
La caída del socialismo catalán no esconde los problemas de fondo en el que se debate el partido. El revés del 25-N, aunque es posible que electoralmente ya haya tocado fondo después de sucesivas laminaciones, es de similar gravedad a los recibidos en Galicia y País Vasco. La realidad es que el socialismo no encuentra un discurso apropiado para recuperar su electorado y ha entrado en un proceso de descomposición que le obliga a una reflexión crítica. Aparte de ello, queda el tristísimo recuerdo del zapaterismo.

Para el socialismo, el problema es que un resultado menos malo del que se esperaba puede actuar como un narcótico adormecedor que sirva de coartada para aplazar una renovación de ideas y líderes. La sucesión y las travesías del desierto son siempre difíciles, y ese proceso no se ha abordado con éxito.
La crisis del Psc, y del Psoe, es atribuible a sus propios errores y a la dificultad manifiesta de sostener un proyecto socialdemócrata tradicional. Hay que refundarse, pero es más fácil decirlo que hacerlo. Situarse en la equidistancia entre independentismo y centralismo es una salida de libro, pero quizá es un camino para no llegar a ningún sitio.

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