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Parálisis

La economía está prácticamente paralizada. Cada día hay más paro, la deuda publica aumenta, el poder adquisitivo se hunde, la presión fiscal alcanza niveles insoportables. Las empresas cierran. La construcción y el mercado del automóvil destruidos. Y las familias angustiadas. Ese discurso fúnebre es obra de Berlusconi, como prefacio a su pretendido retorno a la primera línea política y con la oscura intención de alejar el horizonte penal que le amenaza. Pero es evidente que más allá de cualquier consideración, y hay muchas a formular, ese discurso, con grados de intensidad variables, es válido para cualquier país de la Europa del Sur, desde Grecia a España o Portugal.
Aquellos países que estaban mal, no sólo no levantan cabeza sino que se van hundiendo en un círculo ide deuda-paro-recesión del que resulta casi imposible salir. Los ciudadanos cada día viven peor y no ven salida a una crisis que dura demasiado. Los sacrificios no ofrecen los frutos prometidos y el desánimo se instala en la sociedad y lamina a la mayoría de gobernantes.

Por desgracia los problemas se van contagiando y hoy el fantasma de la desaceleración económica afecta ya a Francia y Alemania, los motores de propulsión del área euro. Francia todavía debate el camino a seguir y tiene muchos números para incorporarse al pelotón de los países sometidos a duras dietas de ajuste. De momento los planes de relanzamiento de Hollande están en el congelador.
Y Alemania ve cómo la máquina pierde fuerza. Sus exportaciones se resienten de la debilidad de sus vecinos. Es otra consecuencia del círculo de decaimiento en que se hunde la economía europea.

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