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En la frontera

Semanas atrás, durante la rueda de prensa en la Moncloa para presentar el magro balance económico del año, el presidente Rajoy fue taxativo al afirmar que uno de los objetivos del nuevo curso consistía en intentar no superar los seis millones de parados. Los primeros resultados de la EPA vienen a confirmar que se ha logrado conjurar, pero por los pelos, la ruptura de una  barrera psicológica que todo indica que no tardará en caer. Según el último balance, el desempleo afecta a 5,96 millones de personas, o sea que estamos en esa frontera de tintes dramáticos.
Y hay que señalar que no se ha superado esa cifra por el efecto desánimo, que lleva a muchos inmigrantes a regresar a su país o a buscar otro destino. A ello hay que sumar que muchos españoles también están dando alas a ese efecto salida y recuperan la tradición de emigrar, que parecía superada. En el último trimestre se han destruido 380.00 puestos de trabajo, mientras que el desempleo ha aumentado en 187.000 personas; la diferencia está en la válvula de escape exterior.

Unos datos demoledores que nos sacuden con casi tres millones de parados de larga duración, que no encuentran salida en un mercado cerrado y cada vez más precarizado, y con  1,8 millones de hogares en los que todos sus miembros están en el paro. El drama social no admite paliativos y hay que convenir que con esas cifras la cohesión social resiste, todo ello a costa del sacrificio de las familias y la solidaridad.
La sociedad va rompiendo fronteras y sigue instalada al borde del precipicio, de esos seis millones de desempleados que lamentablemente no tardarán en alcanzarse.

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