No se ha cumplido el quimérico objetivo de déficit público establecido para 2012, el 6.3 % del PIB, pero tampoco se han confirmado los peores pronósticos, que situaban el desequilibrio presupuestario bastante por encima del 7%. La sorpresa ante los datos avanzado por Rajoy ha sido grande, tanta que algunos esperan a que Europa los dé por buenos. En la espera se preguntan dónde está la trampa, dónde la ingeniería financiera que ha permitido talamaña mejora de las cuentas públicas.
El Ejecutivo se ha apuntado un buen tanto frente a Europa y los mercados al reducir el déficit en más 22.000 millones de euros, un esfuerzo durísimo ya que el ajuste coincide con un aumento de la presión fiscal y la caída de ingresos tributarios, en tanto que ha aumentado el servicio de la deuda, las pensiones y las prestaciones de desempleo. Ahora el objetivo es que Bruselas, valorando el esfuerzo, conceda dos años más a España para rebajar el déficit hasta el 3% del PIB.
De momento el ambiente económico ha mejorado, al menos en términos de financiación de la deuda pública y privada. La prima de riesgo lleva unos meses disminuyendo y se coloca a un precio más bajo. Ahora Europa aprieta, pero no ahoga, y las grandes corporaciones también ven aliviada las presiones financieras, un respiro que aleja el rescate que hace unos meses parecía irremediable.
Las manchas de corrupción y el ruido institucional ensombrecen las cifras, pero lo cierto es que en estos momentos la inestabilidad política italiana ha adelantado a la precariedad económica española en la agenda de problemas y urgencias de Europa. Es un mal consuelo.
