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Raíces

Estos días las manifestaciones de religiosidad colectiva toman la calle y se convierten en un espectáculo de masas no exento de sentimientos profundos. Muchos miles de personas se movilizan en las procesiones con una imaginería que escenifica la Pasión. La piedad se exterioriza y se proyecta al exterior, recreando una tradición secular y que es  expresión de una religiosidad que resiste el paso del tiempo.
Algunos, especialmente los que no tienen creencias espirituales y ponen en cuestión el papel social de la religión, la católica en nuestro ámbito, estiman que esas vivencias y prácticas de carácter público son expresiones folklóricas un tanto agobiantes. Es cierto que el mundo espiritual suele canalizarse en ámbitos restringidos, intimistas, pero no es menos cierto que esas manifestaciones, fuertemente ancladas en la cultura popular, son una referencia que ayuda a participar de una especie de comunión colectiva, un acto de fe destinado a propios más que a extraños.

De celebrar la Pascua por decreto e imponer una religiosidad formal, puramente oficial, como sucedía muchos años atrás, se ha pasado a celebrar la Pascua como fiesta que conmemora el despertar de la primavera, todo ello muy en consonancia con el proceso de secularización de la sociedad. Así que para muchos la Semana Santa es  un ensayo general de las vacaciones estivales.
Claro que no se trata de mundos excluyentes, que se pueden respetar y recordar las raíces que marcan estas fechas y aprovechar el descanso, que puede conciliarse el turismo hacia fuera y las vivencias que mantiene la tradición cristiana.

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