Frau Merkel lanzó una amenaza al decir: ‘Se me está acabando la paciencia’. En principio, la severa advertencia iba dirigida a Chipre, pero ‘a buenos entendedores, pocas palabras’. La canciller de Alemania habla como si de ella dependiesen la dicha o desgracia de los pueblos periféricos de Europa.
Por supuesto, de la troika, que ella maneja, proceden cosas muy importantes que a todos afectan. España -hasta el momento- ha cumplido a rajatabla las duras exigencias impuestas.
El Gobierno, por su parte, asegura que no hará más recortes. Ahora bien, puede ocurrir que de un día para otro llegue un ‘dictum’ de Bruselas que nos deje todavía más asustados de lo que estamos. Ante este poder, los gobernantes bajan la cabeza y pronuncian el ‘amén’.
Pero ¡atentos!, tal como están las cosas, con un paro que no cesa de crecer, sin perspectivas próximas de mejora, los políticos que nos gobiernan deben entregarse a una profunda reflexión.
Alguien afirmó que los germanos -a diferencia de los europeos meridionales- vienen al mundo de manera extraña: abren los ojos a la vida y no se sienten impresionados por los colores, sonidos, olores y personas próximas, como sucede a los demás. A ellos lo que en realidad les subyuga es su propio yo. Son narcisistas, viven ensimismados contemplando su ego.
