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Fiasco

Los dos grandes encuentros que enfrentaron a los colosos futbolísticos de Alemania y España se han saldado con un fiasco doble. Los tanques alemanes arrasaron de forma inmisericorde a las ligeras escuadras que visten de blanco y de azulgrana. El balance global, un categórico 11-3, deja muchas dudas abiertas sobre la hegemonía española en el fútbol continental, incluso en el mundial. Da la sensación de que hay en ciernes  un cambio de orden, de jerarquía, que el nuevo poder es el teutón.
Siempre se decía que el fútbol es un juego en el que se enfrentan dos equipos formados por once jugadores cada uno de ellos, con un balón redondo, y en el que siempre ganan los alemanes. No siempre fue así, entre otras razones porque la fantasía italiana y últimamente la española, con la triangulación y la doma obsesiva del balón, marcaron estilo e impusieron un patrón que todos trataron de imitar.

Pero los alemanes, más dotados para la presión que para la imaginación, han hecho suyo el nuevo estilo de los sureños y lo han desarrollado  en corpachones atléticos, en maquinaria de precisión que convierte a los contrarios en una caricatura, en pitufos de dibujos animados enfrentados a gigantes. Toca cambiar, reciclarse, pensar que el ciclo mágico ya queda atrás.
El despertar del fútbol germánico coincide con su innegable poderío económico. Los equipos alemanes presumen de solvencia, de tener dinero en caja, una situación diametralmente opuesta a la ruina de los clubs de España e Italia, endeudados hasta las cejas. Los alemanes pueden pagar sus fichajes al contado y el resto necesitan créditos y plazo. Ese es el nuevo orden.

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